"Hemos desmontado los mitos tradicionales antes de tener la precaución de montar unos nuevos" Javier Gomà
Vivimos tiempos convulsos y contradictorios. Hay un gran pesimismo
sobre el futuro humano, es decir sobre nosotros mismos. Nadie tiene claro que a
sus hijos y a sus nietos les espere un futuro mejor que el de sus padres. En este
sentido, el futuro es trágicamente incierto. En cambio rebosamos optimismo
(totalmente justificado) al hablar de avances técnicos. Tecnología, toda la que
queramos; pero en cuanto a promesas de felicidad o justicia, total
incertidumbre cargada de desconfianza. Hemos perdido la fe en muchísimos
valores: en la religión, en la familia, en las instituciones, en la política,
en la moral (tan alegremente sustituida por todo género de ocurrencias en todos los órdenes de la vida)… El postmodernismo nos trajo inteligentísimas
“deconstrucciones” de la realidad; pero -como dice Javier Gomà- no tuvimos la
precaución de crear nuevos mitos antes de destruir los viejos.
Nos creímos muy listos haciendo análisis sobre el manejo del
poder, que empezó basándose sobre todo en ingenierías conductistas y
últimamente en lo que Foucault llama “las tecnologías del yo”. Nos sentimos muy
aventajados y nos llenamos de orgullo al darnos cuenta de que Dios era un
invento humano y no a la inversa, como se había creído hasta ayer, el hombre
invento y creación de Dios. Nos proclamamos los más avispados, pero hemos de
compungirnos de nuestra sagacidad al comprobar cuáles son los hilos que mueven
la Educación, la Medicina, la Ciencia, la religión, la filosofía, la enfermedad
mental, la política…, ¡Ah! ¡Y claro!, la familia es una mera estructura al
servicio del patriarcado…