“Siempre puede haber alguien que haga las cosas
mejor que tú, pero nadie las hará como tú.”
Somos únicos y lo que yo puedo aportar nadie lo
puede hacer por mí. Tampoco somos excepcionalmente singulares, por eso, nos
parecemos bastante y acabamos diciendo o haciendo cosas bastante parecidas a
los demás. Pero, eso no nos ha de hacer enmudecer porque “cuando dos dicen lo mismo, pues no es lo mismo”, cada cual lo dice
con su tono, con su emoción, con su intensidad, desde su propio convencimiento.
Y, por supuesto, no nos tenemos que comparar.
Sallieri fue un gran músico, un gran
compositor, un hombre talentoso pero tuvo la mala/buena suerte de coincidir en
el tiempo con un genio como Mozart. Se
maldecía por no tener su talento. Debo confesar que, en algunas ocasiones, me
he sentido plenamente identificada con
Sallieri. El que pinta quiere pintar como Dalí, el que escribe como Cervantes,
el pensador, pensar a nivel de Kant… pero no todos estamos llamados a ser
genios. Tampoco está claro que serlo sea una bendición.
Así que tenemos que deshacernos (por aquello de
ser ligeros como decía en mi anterior post) de todos los complejos de
inferioridad que nos puedan atacar. Recuerdo que una amiga me decía “prefiero
ser una mala artista a no serlo en absoluto” y me parece una excelente
recomendación que cada cual puede aplicarse al área que le parezca. Yo estoy
haciendo mis pinitos en la escritura narrativa, simplemente como aficionada,
pero cuando presento algún ejercicio -que salta a la vista que no está escrito
por Shakespeare-, siempre me recuerdo este lema: “prefiero escribir algo a no
escribir en absoluto.”