En la película “El secreto de sus
ojos” pudieron atrapar al asesino siguiendo el hilo de sus aficiones porque “uno
puede cambiar de casa, de coche, de ropa, de marido/mujer, de partido político,
de país... pero uno no puede cambiar de pasiones”.
Es así́ de sencillo: si hay algo que
nos delata y habla por nosotros, son nuestras aficiones y nuestras pasiones,
porque en ellas está nuestra verdadera esencia y sólo ellas nos hacen latir y
conectar profundamente con la vida.
Lo que realmente deseamos es sentir
algo profundamente: queremos vivir enamorados, emocionados y, a poder ser,
entusiasmados (poseídos por los dioses).
Es obvio que buscamos eso:
necesitamos dioses, amantes, drogas, ideas por las que vivir o morir, personas
a las que entregarnos, causas dignas por las que luchar; y si no las tenemos,
nos las inventamos.