“En latín ni la llegada es un una
cualidad distinta del ir, ni la perfección es una cualidad distinta del simple
hacer”. M. Arnal
Los que me
conocen saben que utilizaba mucho el símil del fútbol para animar a la gente a
continuar, a luchar, a seguir jugando hasta el final porque como ocurre en
muchos partidos en los minutos de descuento puede cambiar el marcador.
Ahora a esa
idea -que no es del todo mala- he empezado a verle matices supongo que llevada
por experiencias personales. Lo último que me ha llevado a cambiar de opinión
ha sido la lectura de la biografía de Honoré de Balzac de Stefan Zweig. El
personaje es grandioso: un escritor de talento
de los que no abundan en la historia. Balzac tenía la obsesión de
casarse con una viuda rica para asegurarse la tranquilidad económica que tanto
le costaba mantener.
Vivió toda su
vida persiguiendo esa idea y finalmente lo consiguió. Pero ¿qué ocurrió? Que
Honoré murió a los pocos meses. ¿Fue eso una victoria? Bueno, podríamos
discutirlo, pero en cualquier caso no disfrutó ni de su matrimonio ni de la
tranquilidad económica mientras vivió.
En cambio, no
esperó a vencer en la Literatura al final de sus días, sino que desde muy joven
escribía y escribía sin descanso y ganaba la batallas de sus libros con
dedicación absoluta minuto a minuto.