“Tu vida es tu historia. Tu historia es
tu vida”. Jim Loehr
Aristóteles definió al ser
humano como “animal racional”, con lo de animal ya nos situaba en el plano de
la biología a la que pertenecemos y con lo de racional, vino a decir que,
efectivamente, somos un producto de la razón. Quizás esto te parezca muy
metafísico, pero llegar a comprenderlo, es tremendamente ilustrador.
El caso es que como todo lo
racional, el material de construcción empleado para edificar al hombre son y
siguen siendo las palabras. Cualquier edificio lógico está hecho de
palabras y por lo tanto, de razones. Las
palabras son, al fin y al cabo, la puerta de acceso a la realidad.
En realidad, Aristóteles dijo
que el hombre era un "animal hablador"; pero los traductores le “traicionaron”
y dieron únicamente la versión de “racional”. Es que la Palabra y la Razón tienen en griego el mismo
nombre: Logos. Y su adjetivo significa igualmente “hablador” que “razonador”.
Con la particularidad de que para un griego es evidentísimo que la razón viene
de la palabra: no a la inversa.
Comprenderás que para el animal
hablador que somos, lo que no se habla no forma parte esencial y distintiva de
nosotros. Vamos ganando humanidad en la medida en que nos ponemos o nos ponen
en palabras. Por eso es tan esencial decidir cómo te hablas, cómo cuentas tu
historia. Porque todas las historias están hechas de palabras. La misma
historia es “lo que se cuenta”, que es, en última instancia, lo que cuenta. Historía
es narración y historéuo es contar. Si no hay unos ojos mirando y una
boca narrando, no hay historia.
Subliminalmente tu mente te está
contando una historia sobre ti mismo cada segundo, cada hora de cada día de tu
vida. Es un suceso que no podemos evitar. Funcionamos así, y por eso es muy
importante asegurarse de que esa narración sea positiva para ti.
El relato de quién eres te lo
explicas a través del lenguaje; y lo que te cuentas sobre ti mismo va a tener
una influencia poderosísima sobre lo que te suceda. Uno de los trabajos más
importantes que uno debe hacer en su vida es construirse y pulir esa narración.
Hemos oído muchas veces la idea
de “cuida tu lenguaje”, “sé impecable con tus palabras” y así debe ser: porque
el lenguaje es el gran intermediario entre el mundo y nosotros.
Las palabras son la vía de
acceso a la realidad y también a nuestra propia energía: están cargadas de
significación, de emoción, de impulso y pueden llegar a convertirse en la mejor
vía de motivación.
Cuentan que Schopenhauer se
decía a sí mismo como un mantra: “soy un genio, soy un genio, soy un genio…” y…
bueno, pues sí, era un genio… y aún así, se lo tenía que decir a sí mismo.
Somos así, por raro que nos parezca: tenemos que decirnos muchas veces quienes
somos para llegar a serlo.
Seguramente que es ésta la razón
por la que Fausto, el que está dispuesto a venderle su alma al diablo por
alcanzar la sabiduría, está obsesionado por descubrir qué querrá decir eso de
que "En el principio era la palabra". Es que efectivamente, como
decía mi maestro: “la palabra es la llave que nos abre (¡y cuán a
menudo nos cierra!) el acceso a la verdad de las cosas."
Piensa, debate, discute, escribe,
reescribe tu propia narración y cuida tu lenguaje porque todo tu ser circula
por las palabras que usas para explicarte a ti mismo. Y la forma, el
sonido y el sabor de esas palabras se funden con el contenido: igual que
las cápsulas y los excipientes que se ingieren con la medicina.
“Para ser brillante, ponle
brillo a lo que te dices de ti mismo”
IDEAS PARA RECORDAR:
El ser humano es
racional y, por tanto, está construido de palabras.
La mente humana se
desenvuelve mejor con la narrativa, porque nuestra inteligencia es
fundamentalmente lingüística.
Tenemos que decirnos
muchas veces quiénes somos para llegar a serlo.
Tu ser circula por
las palabras que usas para explicarte a ti mismo.
Para ser brillante,
ponle brillo a lo que te dices de ti mismo.
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