“¡Rápido, rápido!, dijo el pájaro. Los
seres humanos no pueden soportar demasiada realidad.” Eliot
Había oído hablar del derecho a la vida,
del derecho a la inteligencia, del derecho a la justicia, a un trabajo digno…,
pero el otro día escuché a Vargas Llosa hablar del derecho a soñar. Paré el
video y lo volví a escuchar. ¡Derecho a Soñar! Sí, déjennos soñar, fantasear,
imaginar, elucubrar, inventar…
Los sueños nos remiten a una posible
evasión, pereza, alejamiento de la realidad, relajamiento, pérdida de tiempo, vacaciones…
pero es una falsa evocación: porque no hay nada más útil ni más justificado que
el derecho a soñar.
La capacidad básica para soñar es la
imaginación, y la imaginación -en contra de otras ideas que corren por ahí- es
lo que nos diferencia esencialmente de los animales. Seguramente junto a
nuestra autoconsciencia.
Yuval Noah Harari (el prestigioso
historiador y escritor) insiste en el poder de esta facultad porque gracias a
ella los humanos podemos hablar de cosas que no existen: vamos al bosque a
buscar unicornios o hadas.
Por el contrario, no podríamos convencer
jamás a un mono de que nos diera una banana y que a cambio, le daríamos mil más en el paraíso después de
que muriera. Ellos, a simple vista parecen más inteligentes, se dejan de
chorradas de futuros posibles, pero la realidad es que nosotros hemos creado un mundo más complejo donde producimos incluso más bananas de las que necesitamos.
Los seres humanos sentimos la
pasión de lo imposible que nos fascina.
El arte: ya sea la literatura, el
teatro, la pintura o la poesía nos permite falsear la realidad y fantasear con ella; y en muchas ocasiones -gracias a ese falseamiento- podemos comprenderla mejor.
El hombre inteligente muy a menudo
siente un malestar ante la realidad y entonces crea una obra que se puede
traducir en desobediencia, rebeldía, subversión. Los inquisidores quieren
controlar la creación literaria porque ven en ella elementos peligrosos.
Vargas Llosa insistía en que la
literatura te enfrenta a un mundo mejor, más complejo, más profundo, donde se
pueden alcanzar otros estados, cosa que no puedes hacer instalado siempre en la
realidad mediocre. Eso crea malestar que no llega de manera lúcida a la
consciencia pero que actúa.
Ese malestar nos hace desarrollar un espíritu
crítico que impulsa a la renovación, a los cambios, a la transformación. El
control histórico mediante la censura siempre nos lo ha querido limitar.
Pero a los humanos siempre nos apetece
salir de nosotros mismos, ser distintos de los que somos. Fantasear, jugar con
mundos posibles. La realidad nos aburre, nos cansa, nos crea insatisfacción.
Soñar y crear, pues, no es superfluo ni
suprimible porque detrás del soñar, fantasear, escribir… está el malestar ante la realidad. Y
ese malestar nos hace capaces de criticar lo existente y se convierte en el
motor del progreso.
Todos los cambios en la humanidad nacen
como sueños; los sueños aterrizan en proyectos; y los proyectos se transforman
en realidad a costa de un trabajo inmenso. Pero ése es el final del recorrido,
el que ya no tiene ningún mérito. El primer gran mérito está en el sueño,
totalmente fuera del tiempo y de la realidad. La humanidad gastó muchos siglos
en su sueño por volar. Y cada uno de los proyectos que desarrolló para
convertir en realidad ese sueño, fracasaron: recordemos tan sólo a Ícaro y a
Leonardo. Hasta que llegó primero la visión más acertada del vuelo de los
pájaros (planear mucho más que aletear), y por fin el proyecto viable: el de
los aeroplanos, hoy llamados aviones. En menos de un siglo “aterrizó” y voló
bien alto uno de los sueños más utópicos y eternos de la humanidad. Pero por encima de estos avances científicos, están los sueños en materia de derechos humanos. Hoy, día de votación en Francia, es el momento ideal de recordar ese otro sueño eterno de la Humanidad: "liberté, fraternité, égalité".
Debemos defender nuestro derecho a soñar
y desear. No con un objetivo hedonista, de gozar; sino con efectos para la vida
en libertad, en la diversidad. Vargas Llosa dice que cuando nos extasiamos (ante
una obra de ficción) no sólo gozamos un placer sino que estamos trabajando por
el futuro libre y cambiante de la humanidad. Amén.
IDEAS PARA RECORDAR:
Los seres humanos no soportamos
demasiada realidad.
Debemos reivindicar nuestro derecho a
soñar.
La facultad básica para hacerlo es la
imaginación y ésta nos permite imaginar mundos ficticios: más complejos, quizás
peores, pero también mejores y en cualquier caso, distintos.
El malestar que se crea entre la
realidad y la ficción es el motor del Progreso.
Cuando nos extasiamos ante una obra de
arte estamos trabajando por un futuro libre y cambiante de la humanidad. Vargas
Llosa
Foto: MarCruzCoach
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