miércoles, 19 de julio de 2017

EL EXISTENCIALISMO: UNA GRIPE A SUPERAR

"Necesitamos fe e ideales para desatar nuestra energía interior".

Los bebés, los niños y probablemente de nuevo los ancianos saben saborear la vida sin cuestionársela: en esas etapas el placer es por sí mismo la verdadera garantía de que nuestras acciones y nuestra posición en el mundo están bien.

En la adolescencia se empieza a producir ese desdoblamiento del yo y sólo lo inmediato no nos satisface, nuestra mirada se ensancha y pasamos de mirarnos el dedo a mirar la luna y con ella todo el universo: es ahí cuando las preguntas sobre el “Sentido” nos abruman. Son esas maravillosas preguntas las que han dado lugar a la Ciencia, a la Filosofía, a la Religión, al Arte… Pero como las respuestas sobre el sentido personal nunca son contundentes, la angustia, el existencialismo y la visión trágica y pesimista de la vida nos pueden atacar. Y es que según dónde nos situemos, no parece fácil justificar los esfuerzos si lo que nos espera es la muerte. Yo lo pasé y ahora tengo un hijo adolescente, así que es una etapa que  estoy refrescando.

La verdad es que las personas que ningunean las preguntas sobre la existencia me merecen poca atención; y las que viven permanentemente angustiadas en ellas también. Unas por insulsas, y las otras por aguafiestas.

Me parece que el “existencialismo” es como una gripe que hay que pasar. Si no la has pasado, tu mente está mucho menos preparada para la vida; y si no la superas, el pesimismo te restará todas tus fuerzas.

¿Cómo sabremos si la hemos superado? ¿Porque ya sabemos cuál es nuestra misión en el mundo, porque ya sabemos el sentido del universo, porque tendremos pruebas sobre la existencia o no de Dios, porque hemos sido capaces de dar un sentido a la muerte?

Pues seguramente no. No tendremos pruebas irrefutables sobre casi nada, pero el síntoma principal será que tendremos indicios razonables para dar alguna respuesta sobre el universo y una gran convicción personal sobre lo que nos gusta y da sentido y valor a nuestra vida. Es decir que además de andar, que no está mal, sabremos hacia dónde vamos. Y lo más importante es que nos gustará vivir, que asumiremos la responsabilidad de los valores que nos hayamos construido, que aceptaremos la inexplicabilidad de algunas cuestiones y volveremos a recuperar el gusto por lo inmediato, porque nos habremos diseñado (designado) proyectos ilusionantes para el futuro.

Es decir, porque habremos asumido nuestra responsabilidad en dosificarnos: entre razón y fe, entre inteligencia racional y emocional, entre sensatez y locura, entre ciencia y religión, entre filosofía y mitos, entre el hoy y el mañana, entre andar por andar o ir hacia algún destino…

Aceptaremos las dudas pero no viviremos en ellas; porque el escepticismo es un freno para vivir y porque necesitamos fe e ideales, planes y proyectos para desatar nuestra energía interior. Rechazaremos cualquier sesuda teoría que intente debilitar nuestra fuerza de voluntad y nuestra fuerza para vivir.  Asumiremos también la fragilidad de la naturaleza humana y -a pesar de ello- seguiremos trabajando por un mundo que nos merezca respeto. Y por merecernos también nosotros el respeto: ni que sea sólo el nuestro.

El síntoma principal será que te has instalado en un optimismo inteligente y responsable y que después de haber buscado mucho fuera y haber dudado de todo, volverás a disfrutar como los niños de los placeres aparentemente insignificantes: descubriendo en cosas aparentemente insignificantes, el valor que otros ni vislumbran.

Yo ando ahora fascinada con Montaigne, un hombre del siglo XVI que me sigue resultando tremendamente universal. Supongo que es porque se entregó como pocos al arte sublime de  “rester soi-même” de seguir siendo uno mismo, de permanecer siendo uno mismo. Cuando uno dedica su vida al autoconocimiento y a buscar su esencia personal, acaba siendo un hombre libre frente a todo y a todos.

Preguntas, muchas; pero dudas sobre las pasiones que salen de uno mismo, ninguna. Y por supuesto, perseverancia para vivir con ellas hasta el final.

IDEAS PARA RECORDAR:
Forma parte esencial de la vida cuestionársela.
En la adolescencia, estas dudas nos pueden producir angustia ante la existencia.
Las preguntas están siempre vigentes, pero la actitud ante ellas será el síntoma de que vamos madurando. Una gripe importante que hay que superar.
Es necesario no instalarse en las dudas porque nos paralizan, y nos impiden asumir y defender los valores por los que queremos vivir.
Necesitamos fe e ideales para desatar nuestra energía interior.
Seremos inteligentemente optimistas para poder disfrutar -como cuando éramos niños- de todo lo que tenemos y somos.
“Rester soi-même” -como para Montaigne- puede ser una interesante meta.

Foto: MarCruzCoach



No hay comentarios:

Publicar un comentario