«Cuando alguien no
te entienda, dile: “no importa, ama mi
caos.” El caos es lo que te hace diferente, lo
que la gente no entiende de ti o lo que desea que cambies, cuando en realidad has
de amarlo. Y no sólo eso, después de amarlo, tienes que agrandarlo.» A. Espinosa
“A
todos nos han “dao” una “pedrá””- dijo el actor Paco León hace poco en televisión. No
pude evitar la risa. Interpreté que todos tenemos una locura absurda, algún
comportamiento inadecuado, una especie de tara. Todos venimos con una tara a
este mundo. El ser humano está tarado. Haciendo algunas matizaciones diría que
sí. Absolutamente. Reconozco las taras, las estupideces de los que me rodean y
las reconozco en mí misma.
Desde la Psicología nos ayudan a
manejar nuestro comportamiento. Existen terapias, como la cognitivo conductual o la Programación
Neurolingüística, que te ofrecen algunos trucos efectivos para que el problema
no se apodere de ti.
Me gustan
especialmente las terapias de tercera generación, en las cuales no se trata
tanto de combatir nuestros monstruos como de aceptarlos y tomar un compromiso
con ellos.
La idea de aceptar y convivir con
nuestras debilidades tampoco es que sea un rasgo de modernidad. De hecho, en la
mayoría de religiones existe el perdón y la absolución -y no como un fenómeno
puntual- sino con plena consciencia de que la carne es débil y de que somos
seres erráticos.
La especialidad de nuestros monstruos
son los secuestros emocionales. Saben que si toman el mando de nuestras
emociones se apoderan absolutamente de nosotros. Por eso, no está mal empezar
aceptando que van a aparecer y dejarles un espacio para aprender a convivir con
ellos.
Paradójicamente, y como en otras
circunstancias de la vida, cuando les dejas estar ahí, se desvanecen. Luchando
contra ellos, intentando combatirlos a toda costa, a veces lo único que hacemos
es alimentar al trol. Es como si intentásemos sumergir un globo en
el agua: cuánta más presión ejercemos, más posibilidades hay de que el globo
vuelva a resurgir con más fuerza. Si lo dejamos estar, se irá meciendo al
compás del agua y probablemente con el tiempo se deshinche solo.
Es eficazmente terapéutico mirarnos
nuestra “pedrà” con ternura, con compasión, con amor. Nos la podemos contemplar
como a un hijo desvalido que necesita de nuestra ayuda pero que lo queremos
porque es el nuestro. Pues eso. Si no somos capaces de amar nuestra “pedrá”,
aprendamos al menos a aceptarla.
No estoy haciendo una apología de la
debilidad. En la medida de lo posible, hemos de intentar enmendar o al menos
pulir nuestros defectos. Pero debemos ajustar bien nuestras expectativas, permitiéndonos
el error, el desaguisado, el fracaso. Esto nos permitirá enfocarnos más en
nuestras fortalezas y estar más relajados. Podemos ser mejores pero no dioses
ni héroes de películas. Hemos de aprender a amarnos con nuestros defectos.
Tenemos como espejo a los artistas, esos
seres capaces de hacer de la necesidad virtud. Seres que no sólo no ocultan su
tara, sino que la potencian y hacen bandera de ella: porque tienen la seguridad
de que sus locuras inadecuadas pueden aportar valor al mundo. Saben que sus
demonios no están tan alejados de sus ángeles. Los extremos se tocan y nuestras
virtudes y nuestros defectos se parecen demasiado. El bien y el mal van
indisolublemente unidos. ¿Demasiado humano?
Sí, tremendamente humano vivir en la
confusión. “Ama tu caos” dice Albert Spinoza. Sí, ama tu caos, tu diferencia,
lo que te hace único. En definitiva, ámate con tu tara, con tu lío. Si nuestra vida es un puzle, el puzle no le
cuadra a nadie. Y si a alguien le cuadra ¿no será demasiado simple? El ser
humano siempre está en una búsqueda de sí mismo y de lo que le rodea, siempre
planteándose preguntas, pero no siempre nos llegan todas las respuestas. Tenemos
que vivir sin ellas. Hay que vivir a pesar de… a pesar de no tener las cosas
claras, a pesar de nuestras debilidades, a pesar de las dificultades… pero
siempre hacia delante.
Iba a concluir aquí cuando he recordado
la charla de Brene Brown sobre "El poder de la vulnerabilidad", una de las más
vistas en los Ted’s talk. Ella -usando otra terminología- habla de tener el
coraje de ser imperfectos, de ser compasivos y amables con nosotros mismos y
con los demás. Sólo desde nuestra autenticidad y abrazando nuestra vulnerabilidad
podemos tener la conexión y la felicidad que anhelamos. Si en pos de una
perfección que no existe, de una idea de nuestra propia dignidad que nos
asfixia, si en nombre del deber ser, no nos aceptamos, nunca podremos ser
realmente nosotros mismos. La vulnerabilidad nos hace bellos, dignos de amor: nos hace humanos.
IDEAS PARA RECORDAR:
Todos tenemos alguna tara:
algunas las podemos combatir y suavizar, y hay otras que debemos aceptar.
Siempre tenemos por ahí
algún “monstruo” rondándonos en la cabeza para chafar nuestros planes.
Si pretendemos eliminarlos a
la brava, sólo conseguimos alimentarlos.
Si dejamos espacio para
ellos, si contamos con ellos, se hacen menos presentes.
Ama tu caos, ámate como
eres, con tus defectos, tus singularidades.
Nuestra vida es un puzle que
a nadie le cuadra absolutamente: porque somos humanos.
Hay que seguir adelante a
pesar de no tener certezas, a pesar de nuestros defectos y a pesar de las
dificultades.
Abraza tu vulnerabilidad y
ten el coraje de ser imperfecto.
Foto: MarCruzCoach
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