"Somos
criaturas de ilusión, eso exige más que nada confianza en sí mismo, sin esa
confianza somos como niños en la cuna" Virginia Woolf.
Después de leer “El fin del “homo sovieticus”” de la
premio nobel Svetlana Aleksievich, he reflexionado mucho sobre el alma rusa:
sobre lo que los rusos han tenido que vivir con una historia especialmente
singular y cruel. Pero pensando sobre
ellos -y salvando enormemente todas las distancias- he pensado en mí, en el
hombre occidental en general, “en el alma rusa” que hay en mí, en las
transformaciones que todos estamos viviendo: de regímenes políticos pero
también de valores y de formas de vivir.
El pueblo ruso ha
vivido esta transformación de una forma excepcional porque casi pasaron de un
modelo de vida a otro en cuestión de días.
No es lo mismo ser ruso
que tener un “alma rusa”. Entiendo por alma rusa: un alma noble, que persigue
un ideal, un alma forjada al calor de la cultura, de la literatura, del teatro,
la música, el arte, el baile. Entiendo por alma rusa un alma con vocación de
pertenencia a una colectividad, con conciencia de grupo y por tanto, que venera
valores como la solidaridad, la compasión, la cooperación,… Obviamente, estoy
describiendo un concepto abstracto, un modelo a seguir prácticamente
inalcanzable. Algo que no existió pero que tuvo valor como modelo. Valoro mucho
los modelos aunque sea para saber que nunca los alcanzaremos.
Yo fui educada en los
valores del cristianismo que también propone la compasión, la solidaridad, la
bondad… Y desde el modelo, desde la teoría,
antepone el amor a los intereses personales. Mis padres, mis abuelos,
nos repetían sin cesar que no había que
hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros y que las
personas generosas, son más felices. Y toda esta filosofía de vida la tenían
integrada en sus cuerpos sin necesidad de ninguna teoría que lo sostuviese. Es
cierto que vivieron una época en la que el cristianismo tenía mucho peso en la
vida de todos. Pero a mí, jamás me dijeron que había que ser bueno porque lo
quisiera Dios o porque era más conveniente para todos o porque lo decía la
ciencia (que siendo buenos generamos más hormonas de la felicidad)... Me lo
decían y me lo transmitían como quien comunica una evidencia. ·…es que hay que
ser así” y esto no necesita ninguna explicación. Doy fe de que viven de acuerdo
a sus ideales sin necesidad de teorías.
Yo he salido
preguntona, curiosa y me gusta investigar por qué las cosas son como son o si
pueden ser de otra manera. Además yo he tenido que vivir la transformación de
vivir una infancia donde esos valores eran incuestionables a tener que
adaptarme al mundo actual profundamente individualista y capitalista. No son
cuestiones incompatibles y soy capaz de ver valor en la sociedad actual pero
debo reconocer que en lo cotidiano, en la realidad, en las pequeñas elecciones
tengo demasiadas veces el corazón partido.
En mi casa, además de
la bondad (palabra que cada vez se oye menos), nos inculcaron a todas sus hijas
un profundo amor a la cultura que nos
transmitían como la única, la mejor salvación y construcción de nuestras
personas.
Nunca les oí hablar de
dinero (tampoco sé si eso es bueno o malo) pero mis padres tenían una sabiduría
innata para saber que “todo lo que pueda llevarse un naufragio, no vale tanto”.
Tienen -y así nos lo transmitieron- una profunda convicción de que “el saber es
poder”, de que “ser es poder” y que lo
que uno es: sus valores, saber pensar, saber hablar, saber elegir, saber
disfrutar, saber tratar a las personas da una calidad de vida impagable.
He hablado del “alma
rusa” inspirada por el libro que acabo de leer pero otro valor que me tiene
fascinada (y especialmente porque vivo en Bélgica) es la inteligencia emocional
de los mediterráneos. Me parece importante reforzar el valor de lo social, de
lo familiar, de la colaboración entre vecinos… Recuerdo a mi abuela llevando
comida a los niños de la vecina cuando ésta estaba enferma, acompañando al
médico a la otra, llevando unos bombones o un pañuelo sencillo a su enfermera, recuerdo
los abrazos infinitos de mis tías del pueblo. Esos abrazos ya no existen, no se
dan…Los tiene que recomendar Elsa Punset porque lo han dicho en Harvard, !ja,ja! pero en mi casa han sido lo normal.
¡En fin! No sé lo que
nos pasa. No entiendo que estemos dejando echar a perder el Humanismo construido
en Europa: el valor de la Cultura, como tampoco entiendo que no pongamos en
valor la inteligencia emocional de los mediterráneos. Son valores que no
cotizan en bolsa pero que sin ninguna duda nos hacen vivir infinitamente mejor
a todos.
Creo que cuesta mucho
construir una civilización, un modelo de ser humano que funcione y que nos
invite a la excelencia y tengo la sensación de que ahora queriéndonos deshacer
de todo eso porque hemos descubierto que –al fin y al cabo- son productos
culturales, nos hemos quedado en la nada. Nos guste o no, sin ideales, sin
modelos sencillamente no seríamos. Se trata de elegirlos bien y de ser
conscientes de ellos. "Somos criaturas de ilusión" -como dice Virginia Woolf- y eso, dice ella nos exige confianza en nosotros mismos, en nuestros valores y en lo que queremos ser.
IDEAS PARA RECORDAR
La gente generosa es
más feliz.
Saber pensar, saber
hablar, saber elegir, saber disfrutar, saber tratar a las personas da una
calidad de vida impagable. En definitiva, “Ser es Poder”.
El Humanismo europeo,
la verdadera “alma rusa”, la inteligencia emocional de los mediterráneos
aportan una filosofía de vida que nos ayuda a vivir mejor.
Sin ideales, sin
modelos sencillamente no seríamos. Nos conviene elegirlos bien y ser
conscientes de ellos.
Foto.MarCruzCoach
(Detalle del Castillo de Cardiff en Gales)
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