"No soy rico porque tenga mucho dinero, soy rico porque tengo mucha conversación". Eduardo Galeano.
La mirada, decía en uno de mis posts, es la más increíble de las
capacidades humanas. Pero, el alma se
escapa por todos los poros de nuestra piel, y hoy quería comentar que se escapa
especialmente por nuestra voz.
A las personas también las reconocemos por su forma de hablar:
algunas hablan muy rápido, otras muy pausadas, algunas con voces graves, otras
con agudas. Hay quien tiene una voz alegre, saltarina, o reflexiva, misteriosa…
La voz es pura música.
En la voz podemos reconocer todas las cualidades humanas. Por eso,
hoy le quería dedicar una especial atención.
El ritmo delatará nuestra impaciencia o nuestro estado de calma.
El tono: marcará el matiz: si hay ironía, tristeza, alegría, miedo, irritación…
Y el contenido delatará nuestro nivel cultural, nuestros intereses, nuestra
capacidad de razonar, nuestras preferencias….
Nuestra cultura nos empuja a cultivar el cuerpo: a ir a correr, a
ir al gimnasio, a hacer dietas imposibles, practicar deportes de riesgo…Nos lo
recomiendan por nuestra salud y lo envuelven con el broche de la seducción. Si
hacemos todo eso, seremos mucho más atractivos. ¡Claro!
¿A nadie se le ha ocurrido que para ser atractivo además de estar
en forma puede ser interesante tener algo que decir y decirlo bien? Sobre todo
si tenemos en cuenta –como dice la Ciencia- que a las mujeres se las enamora
por el oído. ¡ja,ja!
Decía el editor Manuel Arroyo-Sthephens que el amor además de
ciego, debería ser sordo para no oír las bobadas de según quien. Y estaba en lo
cierto. Aunque quizás no había tenido en
cuenta que una vez estamos enamorados nos dejamos envolver por el tono y el
ritmo y ahí los contenidos ya no importan…Pero sí, el amor- a veces- parece
ciego y sordo.
La voz es una buena metáfora de nuestra singularidad e incluso se
usa como sinónimo de tener libertad, o simplemente de ser visibles . Hablamos
muchas veces de dar voz: a los refugiados, a los inmigrantes, a las mujeres… o
de tener voz propia si somos capaces de
elevar esa singularidad a niveles públicos reconocidos.
Creo que cultivar la voz es muy importante tanto en sentido
metafórico como literal. Da gusto oír hablar a aquellos que tienen algo que
decir y saben cómo decirlo. Siento una especial debilidad por toda esa gente
que sabe hablar bien. El escritor Eduardo Galeano decía: “No soy rico
porque tenga mucho dinero, soy rico porque tengo mucha conversación”. ¡Qué
gusto dan los grandes conversadores!
Es importante cuidar la voz, estar atentos a cómo hablamos, qué
decimos, pero aún podemos ir un poco más allá e intentar tener voz propia lo
que implica pensar por uno mismo. Tener voz propia implica también ser
responsable, tomar partido, tomar acción desde la convicción personal.
Me llama la atención (y me molesta) cuando oigo a los políticos de
cada partido hablar absolutamente igual. ¡Es impresionante! (no que coincidan
en el contenido, que eso se agradece) sino que sean capaces de tener el mismo
acento, tono, retórica… según al partido al que pertenezcan. Pero, ¡claro! ¡son
la voz de su amo! No hablan como individuos sino como militantes.
En los políticos es un hecho muy llamativo, pero al final, ocurre
en casi todas las profesiones. Todo el mundo habla como “algo”: como profesor,
como policía, como técnico, como vendedor, como periodista... Yo creo que
podría adivinar la profesión de cualquiera sólo oyéndolo hablar. Al final, hay
muy pocas voces genuinas, muy pocos se atreven a hablar como ellos mismos.
La voz nos delata tanto o más que la mirada.
La voz… la voz es ni más ni menos que la modulación de nuestro espíritu.
Somos lo que respiramos, somos como respiramos. A veces nuestra respiración se
modula en forma de voz, otras en forma de llanto, otras en forma de gemido,
otras en forma de grito… siempre es la voz en la que viaja nuestra alma. No nos
engañemos, en la comunicación más auténtica, la más de verdad, la verdad no
está en las palabras que viajan en esa voz; la verdad más honda está en la
misma voz. Del mismo modo que la mirada no engaña, la voz tampoco.
Pero, pero… ocurre que del mismo modo que le hurtamos la mirada a
nuestro interlocutor, o le ofrecemos una mirada neutra o incluso fingida, la
que requiere el protocolo, también le hurtamos la voz, ofreciéndole una
totalmente neutra o impostada. Es que, seamos sinceros: del mismo modo que los
convencionalismos nos prohíben mirar de determinadas maneras, o por supuesto,
nos impide tocar (algunas culturas más
que otras), también parece inapropiado usar nuestra verdadera voz y hablar
desde el corazón. Mirar y hablar como a
uno le apetece resulta una tremenda osadía cuyo resultado es incierto.
Pero luego resulta que tanto reprimir nuestra mirada y nuestra voz,
se nos atrofian estas facultades, las más excelsas y auténticas de la
comunicación, y nos quedamos incomunicados. Nos creemos que todo eso lo
suplimos con palabras. ¡Qué ingenuidad!
IDEAS PARA RECORDAR:
En la voz podemos reconocer todas las cualidades humanas.
Debemos cuidar la voz: en sentido literal, cultivar el tono, la
melodía, el ritmo…
Y en sentido figurado: es importante sentirnos con voz propia,
pensando por nosotros mismos y teniendo la valentía de hacer oír nuestra
singularidad.
La verdad más honda de lo que decimos está en la propia voz.
¡Cuidado con las voces impostadas!
Cultiva tu voz genuina para que no se atrofie.
Foto: MarCruzCoach. Parque de Tervuren. Bélgica
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