Esta semana he tenido una experiencia
curiosa, seguramente nada excepcional. Reflexionaba sobre mi rebeldía por no
llegar a tener una teoría completa de lo que somos, lo que queremos, lo que
podemos esperar … Suelo sentir cierta rabia por no poder saber y abarcar todo
lo que pasa en este mundo.
Pero, como decía, al pensar en esa
impotencia, sentí algo diferente. Por unos segundos imaginé que eso fuera
posible. Imaginé que los filósofos, los científicos, los psicólogos y tantos otros se habían
puesto de acuerdo y habían dado con la teoría X capaz de explicarlo todo.
Paradójicamente la sensación fue decepcionante. Me di cuenta de que si
existiese ese libro mágico que lo explicase todo, si realmente existiera algo
definido y concreto que me respondiese a las grandes preguntas, la vida, al
menos la mía, resultaría un tanto anodina. Me resulta mucho más rica tal y como
es, con su incertidumbre, con sus aventuras e incluso con todas sus
contradicciones.
Aprendí algo más, a mí siempre me
inquietaba que cuando estudiaba a Platón me volvía platónica, leyendo a
Nietzsche, nietzscheana… con Kant, kantiana …y así sucesivamente. Obviamente,
tengo mis predilecciones y nunca les he comprado el sistema completo, pero era
capaz de ver con mucho entusiasmo sus aportaciones. Pensaba que igual no tenía
mucha personalidad ni criterio propio y cualquiera que explicase algo bien
dicho, me la colaba. Pero ahora después
de leer a Stephen Hawking creo que no. Creo que puede ser algo parecido a lo
que les pasa a los físicos: aceptan la teoría newtoniana para la macrofísica, y
la teoría cuántica para la microfísica pero no saben cómo hacerlas coincidir en
una única teoría. Al final, puede
considerarse que todas las grandes aportaciones son aportaciones de una misma
teoría subyacente que no somos capaces de encontrar. Al final vamos encontrando
versiones en la vida que son sólo aplicables en dominios limitados, pero que
para esos ámbitos son buenas soluciones. Para esos ámbitos y en ese tiempo.
Y es que el problema de fondo en eso
del saber es que la razón se construye una imagen de la realidad y de las realidades
totalmente parcial (no puede ser de otro modo) y además tendenciosa (también
esto es difícil corregirlo). Eso da lugar inexorablemente a que ninguna de esas
visiones tenga validez más allá del momento y de los intereses o prejuicios que
la originaron. Lo único auténtico es la vida. Pero como estamos empeñados en su
racionalización, por ir detrás de las explicaciones nos perdemos el vivir. Es
como si para llevarnos un bocado a la boca, en vez de guiarnos por la vista, el
gusto y el olfato, nos empeñásemos en guiarnos por la razón alimentaria. Aparte
de aburrido, frustrante.
La mayoría de
personas no estudian ni filosofía ni física pero en un ámbito más terrenal también nos bombardean con
miles de teorías que nos pueden hacer bien y que tienen todas su sentido: “todo
depende de la respiración”, “la base de todo es la alimentación”, “está
demostrado que el ejercicio físico mejora la cognición”, “el agua de mar es
milagrosa”, “la risoterapia, la programación neurolingüística, las visualizaciones,
el mindfulness, el Art teraphie, el coaching…y un largo etcétera. A mí todas me
parecen estupendas y cuando leo sobre ellas y algunas las llevo a la práctica
es cierto que ayudan.
Si todas te parecen bien no estás loco
pero es cierto que sería una locura vivir siguiendo los consejos de todas
ellas. También me parece de necios rechazarlas o dudar de todas ellas porque para
entenderlas hay que tener empatía, una buena predisposición e incluso
inteligencia.
Al final, vivir es un arte: el arte de
saber aplicar la teoría que más te convenga en el momento justo y en la dosis
justa. No tenemos el libro de las soluciones y he llegado a la conclusión de
que es una suerte que eso sea así.
Sé que no es un gran descubrimiento
(saber que nunca habrá una teoría universal sobre la vida) , la mayoría de artistas,
cineastas, escritores y seguro que el público en general, ya lo tenían claro.
Pero es que yo disfruto con las teorías, con los conceptos, con los sistemas
abstractos, y por eso, en mí, produce más sorpresa y una cierta rebeldía.
Pero entiendo perfectamente a los
artistas y escritores que andan en busca del “divino detalle”, de lo cotidiano,
de lo singular, de la experiencia concreta, de la anécdota, de la visión
personal porque es a través de esos pequeños detalles que vamos conquistando y
dando luz a nuestro ser.
Al final, saberlo todo sería la muerte.
La muerte nos incomoda, no la comprendemos, nos quejamos de ella, pero ¿qué
pasaría si fuésemos eternos? Quizás vivir toda la eternidad sería muy cansado e incluso aburrido, y la gran mayoría de cosas que hacemos, perderían su valor.
Así que bien pensado, el mundo no es tan malo tal y cómo es. Al final, es
interesante tener que moverse en la incertidumbre, con cierto caos, sin saberlo
todo, y con la suerte de saber que algún día moriremos. El no poder saberlo
todo nos da la oportunidad de poder estar siempre activos, siempre atentos a
nuevas experiencias, a nuevos descubrimientos. Es maravilloso saber que siempre
habrá cosas por desvelar. Quizás hasta es cierto que éste es ¡“el mejor de los
mundos posibles”!
IDEAS PARA RECORDAR:
Las diferentes teorías aportan luz a determinados dominios pero no pueden abarcarlo todo.
La dificultad está en que pretendemos explicar con la razón una realidad irracional.
Lo único auténtico es la vida.
Vivir es un arte: el arte de saber aplicar la teoría que más te convenga en el momento justo y en la dosis justa.
Es en los pequeños detalles que vamos conquistando nuestro ser.
Vivimos en el mejor de los mundos posibles.
Foto: MarCruzCoach. Fondation Folon. Belgique.
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