"El enriquecimiento de la cultura no nos ha sido
dado gratuitamente, sino que se paga con una enorme limitación de la libertad
de nuestros instintos.”. Sigmund Freud
Esta aparente
contradicción o paradoja me lleva a mis primeros posts: Las emociones (o los instintos) son
inteligentes, y las emociones son un tren arrollador, ¿en qué quedamos? Pues
ambas son ciertas.
Por eso
estamos siempre agotados: sin deseo no hay motivación, no hay energía, no hay
pulsión, no hay tensión… pero si deseamos demasiado o lo que no nos conviene,
nos destruimos y no llegamos a ningún lugar interesante.
Somos deseos
desbocados y somos deseos inteligentes… ¿Qué parte de nosotros maneja semejante
situación?
Los distintos
pensadores han explicado este fenómeno de diferentes maneras, el gran Platón
–en su mito del carro alado- ya representó el alma humana como un Auriga (El
Yo) que tenía que guiar a dos caballos, ambos de pura raza, uno que proporciona
los deseos positivos: hacia la justicia, la verdad, la disciplina, la
moral (Superego) y el otro caballo que
busca la satisfacción de los instintos, de las pasiones descontroladas. (el
Ello).
Freud, por su
parte, interpretó que el Yo debe manejar
al Superego (las aspiraciones nobles de
la cultura) y el Ello (los instintos básicos más primarios). De tal manera que
nuestro Yo siempre anda luchando entre las exigencias de nuestra biología y las
de nuestra cultura. Asunto que siempre se soluciona con más o menos represión.
Está claro
que los dos caballos forman parte de nuestro camino y los necesitamos a ambos
para avanzar. ¿Cómo lo hacemos? Lo más importante, en el fondo, es el auriga,
nuestro yo consciente (nuestra brújula interior) tiene que saber quién es y a dónde
quiere ir. El conductor, además, tiene que ingeniárselas para que ambos vayan
en la misma dirección, animando especialmente al caballo de las “buenas
pasiones” a no rendirse, a seguir, a correr y por otro lado, consiguiendo que
el caballo de las “pasiones más primarias” se vaya haciendo más dócil y
obedezca.
Dominarse a
uno mismo siempre ha sido difícil, pero en los tiempos que corren aún más
porque desde los poderes se está empezando a poner en cuestión la supremacía de
la contención, de la razón, del orden y se nos invita a prescindir de ese caballo aguafiestas. Creo que poner en
valor las emociones no nos da vía libre a la transgresión continua ni a
prescindir del sentido común.
Es la eterna
lucha de Razón versus Emoción.
De la mente
dividida hablaban también los griegos, “Aner
Dípsychos”. Es que somos lo que somos y venimos de donde venimos. Seres
híbridos que nos saltamos las reglas de
la naturaleza, las ampliamos y nos transformamos a nosotros mismos, por eso, es
tan importante tener un Auriga, (consciencia de uno mismo, brújula interior, proyecto
sentido…) lo más lúcida posible, la más capaz de armonizar con mucho arte
nuestras pasiones y nuestras emociones con la razón y el sentido común.
Yo no me he
apuntado a la moda de la trasgresión por sistema, da productos muy malos. Esta
mañana escuchaba a Sabina decir que estaba harto de esos jóvenes que salen en Telecinco que presumen mucho de no saber
nada, de no leer... pero que les habían enseñado a tener autoestima y a ser
ellos mismos. (Entiéndase por ser ellos mismos: hacer siempre lo que les pide
el cuerpo, o sea, dar rienda suelta a su caballo número dos “) Y Sabina les dice: "No, coño, no. No seas
tú mismo, aprende, lee… ¡intenta ser otro!!. Pues eso.
Para ello es
importante reflexionar sobre estas cuestiones:
¿Hacia dónde
quiere ir tu auriga? ¿Conoces bien a tus caballos? Tu caballo número dos, ¿se
desboca con frecuencia? ¿Logras que los dos lleven el mismo paso? ¿Qué haces
cuando se desboca uno: tus emociones te arrollan? O ¿te esclaviza tu
racionalidad y te tiene acartonado?
Fíjate que lo
más importante es el conductor: la brújula, es el que tiene la decisión, la
voluntad, la determinación, el sentido. (la inteligencia ejecutiva).
¿Lo he dicho
ya? Lo importante es saber A DÓNDE QUIERES IR Y POR QUÉ.
IDEAS PARA
RECORDAR:
Sin deseo no
hay motivación y si deseamos demasiado nos podemos destruir.
Somos deseos
desbocados y deseos inteligentes. Debemos estar alerta.
Tanto Platón
como Freud encontraron metáforas excelentes para explicar el dilema del alma
humana. En ambos casos, el protagonista es el Auriga, el Yo. Esa parte
consciente y voluntariosa de nosotros que debe saber quién es y a dónde quiere
ir.
La tan
acertada puesta en valor de las emociones en la actualidad no nos da vía libre
para olvidarnos de la contención y de la razón.
Sé tú mismo, tu mejor versión, la que sabe controlar sus instintos desbocados.
Foto: MarCruzCoach. Fundación Folón. Bélgica.
Foto: MarCruzCoach. Fundación Folón. Bélgica.
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