"La madurez del hombre es haber recobrado la seriedad con la que jugábamos cuando éramos niños." F.Nietzsche.
Hoy quiero hacer una
reflexión sobre el paso del tiempo, quizá sobre la vejez. Aún estoy muy lejos
de ella; pero sí que tengo ya la conciencia de que no puedo decir que soy
joven. La juventud, dice M. Busquets, es la primera corona que perdemos para no
recuperarla nunca. Y como en tantas cosas que nos pasan en la vida, no tenemos
manuales de uso.
Sabemos que el hombre
es mortal; pero eso es una media verdad porque somos mortales de repente. Y por
eso, mientras tanto, nos podemos permitir el lujo de vivir como si fuéramos
inmortales. Es una gran jugada. Sí, es una cosa que nunca había pensado; pero
es así: mortales de repente. Por eso dice el filósofo que la muerte no es un
problema porque cuando yo estoy, la muerte no está y cuando está la muerte, yo
ya no estoy. (Bueno, ahora hay algún neurocientífico como Gaona, que están
hablando de ciertos indicios de que la consciencia persiste… pero no me voy a
liar con eso).
El caso es que de la
muerte nos podemos olvidar (aunque sea un error hacerlo) pero de haber perdido
la juventud, y de que nos llega la madurez y la vejez no: porque es algo que se
nos impone y con lo que tenemos que
lidiar.
Tolstoi decía que la
mayor sorpresa en la vida de un hombre es la vejez, y es cierto: porque te
haces viejo de repente, un día mirando una foto antigua o simplemente mirándote
más detenidamente en el espejo. ¡Terror!
Hay quien dice que te
haces viejo el día que empiezas a parecerte a tus padres o simplemente el día
que ya no le interesa a nadie lo que tú explicas. En fin, ¡habrá que estar
preparado! Aunque hay otra verdad, cierto que excepcional: y es que hay
afortunados y afortunadas que nunca llegan a envejecer. Y no es el caso
patético, tan frecuente, de esos adultos rozando ya la vejez, que
visten y actúan como adolescentes, que huyen desesperados de la más remota
posibilidad de parecerse algún día a sus padres.
La vejez nos sorprende
por muchas cosas: una, porque siempre nos parece cosa de otros, como todas las
desgracias (eso los que la ven como una desgracia); otra, porque se acerca a
hurtadillas, sigilosamente; y otra más, porque la mente sigue igual y empieza a
darse una disociación cada vez mayor (¡sólo en la inmensa mayoría, claro está!)
entre las posibilidades de nuestro cuerpo y las de nuestra alma: nuestra alma
permanece joven (¡no adolescente!), capaz de generar proyectos y mirar al
futuro. Y hay afortunados cuyo cuerpo es
capaz de seguir a su alma: tan sensata que no le pide audacias físicas.
Juventud en la mirada y en el porte.
Un allegado mío, y no
es broma, un mes antes de morirse nos dijo con toda la solemnidad del mundo que
quería pedir una hipoteca (a los 86 años) para comprarse otro piso. ¡Qué
maravilla! No se acordaba de que tal vez un día le tocaría dejar este mundo. De
verdad que somos increíbles. Nadie se atrevió a responderle.
Mis amigas me
consideran optimista. A veces lo soy por convicción pero otras sólo por
obligación: es que yo no veo un Plan B al optimismo. Así que siguiendo ese
espíritu de hacer una lectura positiva de las cosas que inexorablemente nos
pasan en la vida, me he encontrado con muchas perlas y alabanzas a la vejez.
Sin ir más lejos, esta
semana veía la película basada en una novela de García Márquez, y su
protagonista confesaba que su primer amor lo tuvo a los 90 años. Así que a
todos aquellos que aún no hayáis conocido el amor, que sepáis que hay
esperanza. Además a su edad se consideraba mucho mejor amante porque tenía
mucho más tiempo para dedicarse al amor. Y mucha mayor experiencia, con todos
los errores cometidos ya y superados.
De hecho, así debería ser el verdadero amor, porque Platón
decía cosas tan bellas como que “se liberará de la
tiranía de los sentidos y contemplará otras formas de belleza, más elevadas,
como la belleza personal y moral, incluso atrapada en un cuerpo envejecido”.
Bueno, pues eso, que a la vejez se conocen otras formas
de belleza más elevadas. Espero que Platón se refiriese también al cuerpo
envejecido de las mujeres, porque ya sabemos que en la mujer cuerpo y destino
son una misma cosa.
Debe ser por eso que fue una mujer, Bett Davis, quien
dijo que la vejez no está hecha para los cobardes. ¡Courage! Nos dicen en
Bélgica.
Sería
interesante hacer una relectura de la madurez y la vejez; y para empezar
deberíamos decir que la edad no debería medirse por el tiempo que uno ha vivido,
sino por los años que uno pretende seguir viviendo. Y que lo que nos debe
preocupar no es envejecer sino saber madurar. Tener siempre presente no qué
quiero ser de mayor sino cómo quiero ser de mayor.
Además hemos de tener
presente que nuestro interior tarde o temprano nos acaba atrapando y -como dice
M.Busquets- acabaremos siendo lo que somos. La belleza y la juventud sólo
sirven para camuflarnos durante un tiempo.
Y siguiendo con las
recomendaciones del viejito de García Márquez, un buen secreto para la vejez es
amar mucho: porque la gente enamorada es más feliz, y la gente feliz parece
mucho más joven. Bueno, no es que lo parezca: ¡lo es!
No tenemos manuales de
uso para enfrentarnos a la vejez, pero sí hay muchísimos cantos a la madurez y
a la sabiduría que ésta nos puede aportar. La juventud es una época de ensayos
y errores, muy necesaria para aprender; pero quizás no la ideal para permanecer
en ella. Pablo d’Ors considera una bendición llegar a la madurez. Perdemos la
corona de la juventud, pero debemos intentar merecernos llevar la de la lucidez
que puede llegar a ser mucho más gratificante.
IDEAS PARA RECORDAR:
El hombre
es mortal de repente; por eso, a veces vivimos como si fuésemos inmortales.
La vejez
llega: y debemos saber que puede ser una gran etapa para amar y ser felices.
La
edad no debería medirse por el tiempo que uno ha vivido, sino por los
años que uno pretende seguir viviendo.
No nos debe
preocupar envejecer, sino saber madurar.
Nuestro
interior tarde o temprano acaba atrapándonos.
Dejar atrás
la corona de la juventud puede ser muy liberador; sobre todo si uno es capaz de
ponerse la de la lucidez.
Un buen
secreto para la vejez es amar mucho porque la gente enamorada es más feliz, y
la gente feliz parece mucho más joven.
Foto. MT.Santa Rita
Foto. MT.Santa Rita
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