“Tus resultados son el producto, o bien de tu
concentración personal o bien de tus
distracciones. La elección es tuya.” John di Lemme
Es una palabra japonesa que
podría traducirse como ausencia de intención o de provecho: significa hacer
algo sin esperar ningún beneficio personal.
Esta actitud –dicen desde la práctica
del Zen- deberíamos llevarla a cada momento del día para que fuera completa.
Para mí esta actitud lleva
implícito el no deseo: es casi como actuar sin sentir, sin esperanza, sin
motivación.
Con esta definición ya se ve que
vivir en actitud “mushotoku” no es tan fácil porque hay muchas acciones bellas
y gratuitas que hacemos pero que, en el fondo, sabemos que nos hacen sentir
bien: como ayudar a los demás, oír música o meditar. Incluso en el meditar hay
esa intención de encontrarse a uno mismo o de mejorar. Realmente una auténtica
paradoja.
En cualquier caso, esta palabra
llegó a mí a través de un amigo budista y me la quedé. Me dio risa, me gustó.
Me hizo reflexionar. Y dada mi formación cristiana, la asocié a las palabras de
Jesús según San Lucas 12:27
“Considerad
los lirios, cómo crecen; no trabajan ni hilan; pero os digo que ni Salomón en
toda su gloria se vistió como uno de éstos (…), no busquéis qué habéis de
comer, ni qué habéis de beber, y no estéis preocupados. Porque los pueblos
del mundo buscan ansiosamente todas estas cosas; pero vuestro Padre sabe que
necesitáis estas cosas. Mas buscad su reino, y estas cosas os serán
añadidas.”
Los budistas
buscan el nirvana, la iluminación: momento de
extinción de los deseos materiales. Los cristianos buscan el reino de Dios,
la santidad (absoluta perfección moral cuya máxima virtud es el amor profundo a
Dios). Yo aprecio un nexo común en ese aspirar a una cierta vida contemplativa,
recreándose en lo gratuito y en el placer de ser ante Dios, ante el universo.
Ambos absolutamente de acuerdo en el valor del ascetismo.
También, ciertos
pensadores griegos invitaban a la ataraxia: estado de ánimo que se caracteriza
por la tranquilidad y la total ausencia de deseos y temores.
Así que parece que
desde tres grandes filosofías se nos recomienda la acción desinteresada, la
ausencia de deseos, la contemplación, llevar una vida más allá de la utilidad.
La aspiración es
inquietante: invitan a nuestro Ego a que se suicide: y eso, no es tan fácil.
Pero está bien tenerlo como aspiración, como meta, como modelo casi
inalcanzable pero en el que sospechamos que hay un gran valor. Y mientras no
llegamos a eso, porque somos demasiado humanos, al menos nos lo vamos
proponiendo y lo asumimos en la intención.
Spinoza nos dice
que la esencia del hombre es el deseo y Buda pensó que admitir el deseo era
condenarse a una insatisfacción inevitable.
¿Se puede ser
humano y no estar loco? Bueno, es fácil adivinar que lo estamos todos un
poquito: estamos siempre en esa necesidad de reequlibrar el desequilibrio (que diría JM. Marina) porque la tensión nos angustia, pero la falta de tensión nos aburre a la
mayoría de los mortales -excepto a los grandes maestros,
a quienes la falta de tensión les maravilla-.
En definitiva,
seguiremos deseando, -está en nuestra naturaleza- pero fomentar la gratuidad,
el no provecho, contemplar el arte, practicar el silencio, salirse del alboroto
que llevamos dentro nos ayuda en esa “conquista de uno mismo”. Desde esa
actitud silenciosa y pura podemos encontrar ese “sí mismo” sin sombras, podemos
encontrar la luz.
Curiosamente es lo contrario a lo que nos invita continuamente la sociedad: "el trabajar por objetivos".
Curiosamente es lo contrario a lo que nos invita continuamente la sociedad: "el trabajar por objetivos".
En fin, no lograremos
estar siempre en modo “Mushotoku”, pero si lo conseguimos de vez en cuando,
estaremos avanzando en la creación de nosotros mismos.
IDEAS PARA RECORDAR:
La actitud Mushotoku invita a actuar sin esperar ningún beneficio personal.
Desde tres filosofías diferentes se nos anima a practicarla: budismo, cristianismo y filosofía griega.
Esta actitud implica cierto ascetismo: el no desear, el no afanarse, el no trabajar por objetivos.
Esta práctica parece ir contra el sentido común y las demandas de nuestro Ego.
Invita a la contemplación y al silencio: momentos necesarios para la conquista de uno mismo.
Foto: Mt.Santa Rita.
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