“El corazón del hombre necesita creer en algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que creer”. Mariano José de Larra
La globalización nos trae que yo acabe hablando de la actitud
Mushotoku (palabra japonesa) y de los momentos Hygge (palabra danesa) como si
tal cosa, con toda naturalidad. En castellano de toda la vida hablaríamos de
ascetismo y de los pequeños placeres de la vida, respectivamente.
Leía esta semana que los daneses son de los pueblos más felices del planeta y que esto se debe a
lo que ellos llaman: tener momentos Hygge (se pronuncia juga). Como leí la
noticia por varias fuentes y siempre acompañada de la recomendación de un
libro, me quedó claro que la noticia no era más que la propaganda de dicho
libro. Una de tantas promesas de felicidad que andan por ahí.
Pero bueno, analicemos: ¿Qué son los momentos Hygge? Los momentos
caseros de tranquilidad, de velitas, manta y libro, manta y peli, o copa de
vino, o charla con una amiga, galletitas caseras… ¿A quién no le apetece esto?
En general, a todo el mundo y es lo que conocemos como disfrutar de los
pequeños detalles. ¿Es esto importante? Sí, ¿muy recomendable? Sí, ¿da
satisfacción? Sí, ¿El secreto de la felicidad? ¡Tampoco es eso!
Los momentos “hygge” nos permiten relajarnos, sacian deseos de
bienestar que sientan muy bien pero que no llegan muy lejos. ¿Por qué? Yo
siempre hago caso a Kant y para ver si una idea es buena, la elevo a ley
universal (para todos y en todo momento) a ver si funciona. ¿Nos podemos pasar
todo el día con la velita encendida viendo pelis o leyendo? No, no y no. Los
momentos hygge no parecen ser la esencia de la felicidad, son sólo un aderezo
importante, son la sal de nuestros guisos, un condimento importante; pero si no
tienes una buena vianda, de nada te servirá la sal. La vianda, por supuesto,
serán tus propósitos, tus valores, tus principios.
Los momentos “hygge” son reconfortantes, los busco con frecuencia
en mi vida, me permiten desconectar, me proporcionan pequeñas alegrías,
pequeñas satisfacciones, ratos muy entretenidos; pero la felicidad profunda
viene de actitudes más profundas y de sociedades inteligentes.
Yo siempre me quedo impresionada con la facilidad con la que los
“científicos” miden la felicidad. ¿Saben lo que están midiendo? ¿Y saben cómo
medirla? Porque si saben lo que es y
cómo medirla, ya no hace falta buscarla, ¿no? Digo yo. ¿Y cómo saben
quién es feliz? ¿Porque lo dicen ellos? No sé, creo que a veces se confunden
los síntomas con las causas; e igual que en las enfermedades, con frecuencia
las causas son multifactoriales, cosa que tiene bastante lógica. Pero entonces
si es así ¿por qué los resultados finales son siempre tan rimbombantes y
taxativos? “El secreto de la felicidad es….X”.
¿Y a todos nos hace felices exactamente lo mismo, exactamente X y
en la misma medida? ¡A ver si es que hay distintas especies humanas sobre la
tierra y no lo sabemos! Los budistas son superfelices viviendo medio
anestesiados de deseos, y los daneses los son en igual medida concediéndose
pequeños homenajes a sus deseos. Clarísimamente, cada cual es feliz a su manera.
La verdad es que -aunque no
dudo de la felicidad de los daneses- no les veo dando lecciones: porque
conseguir momentos “hygge” es algo que los del sur de Europa y, en especial los
españoles, sabemos hacer bastante bien. Quizás nosotros en vez de galletitas
caseras nos tomamos una cervecita con chipirones; pero vaya, que para buscarnos
entretenimiento y para querer estar con los amigos no necesitamos muchas ideas.
Lo que aún no sabemos hacer -y de eso sí deberían pasarnos la receta- es cómo
han conseguido tener un nivel de vida tan alto donde no hay grandes diferencias
salariales, donde los índices de criminalidad son tan bajos, apenas existe el
paro, y nadie anda angustiado por perder su trabajo. ¡Eso sí nos haría muy
felices a todos!
A los daneses, acostumbrados a esa latitud tan fría, les basta un
rayo de sol para calentarse, quizás les basta pequeños momentos hygges para
alegrar su corazón, yo soy más del sol del mediterráneo. No sé, mi
sentido de la emoción y de la felicidad es más bravío, más épico. Ellos son más
civilizados, gente de orden, no matan a nadie, pero les da más a menudo
por matarse a ellos mismos, como a nuestro Larra. No deja de ser curioso que tengan las tasas más altas de suicidios siendo tan felices.
¡En fin! Si atendemos, en efecto, a los tres pilares básicos de la
felicidad: bienestar, vinculación afectiva y ampliación de posibilidades, dicho
en jerga de JA. Marina, sólo con momentos hygges la felicidad anda un poco
coja. Pero da igual, venderán muchos libros porque nos encanta que nos mientan
y que nos digan que las cosas son fáciles. Decía Larra: “El corazón del hombre
necesita creer en algo, y cree mentiras cuando no encuentra verdades que
creer”.
Y, a pesar de esto, que
conste que soy muy hyggeriana. ¡Ya mismo me enciendo una velita y llamo a mi
amiga! A mi amigo budista ya lo llamaré otro día.
IDEAS PARA RECORDAR.
Los momentos hygge consisten en disfrutar de los pequeños placeres
de la vida.
Los daneses lo asocian a momentos caseros: velitas, manta y peli,
un buen libro o una reunión con amigos.
Son momentos muy recomendables. Son un buen condimento pero no el
ingrediente principal.
La felicidad necesita de momentos hygge pero también de vínculos
afectivos y proyectos sólidos fundamentados en tus principios y valores.
Cada uno es feliz a su manera: los budistas ahuyentando los deseos y los daneses dándoles algún que otro homenaje.
“El corazón del hombre necesita creer en algo, y cree mentiras
cuando no encuentra verdades que creer”.
Foto. Mt. Santa Rita
Buenisimo! cuanta razon, totalmente de acuerdo Mar :) Y que bien lo explicas!
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