"Necesitamos fe e ideales para desatar nuestra energía interior".
Los bebés, los niños y probablemente de
nuevo los ancianos saben saborear la vida sin cuestionársela: en esas etapas el
placer es por sí mismo la verdadera garantía de que nuestras acciones y nuestra
posición en el mundo están bien.
En la
adolescencia se empieza a producir ese desdoblamiento del yo y sólo lo
inmediato no nos satisface, nuestra mirada se ensancha y pasamos de mirarnos el
dedo a mirar la luna y con ella todo el universo: es ahí cuando las preguntas sobre
el “Sentido” nos abruman. Son esas maravillosas preguntas las que han dado
lugar a la Ciencia, a la Filosofía, a la Religión, al Arte… Pero como las
respuestas sobre el sentido personal nunca son contundentes, la angustia, el
existencialismo y la visión trágica y pesimista de la vida nos pueden atacar. Y
es que según dónde nos situemos, no parece fácil justificar los esfuerzos si lo
que nos espera es la muerte. Yo lo pasé y ahora tengo un hijo adolescente, así
que es una etapa que estoy refrescando.
La verdad es
que las personas que ningunean las preguntas sobre la existencia me merecen
poca atención; y las que viven permanentemente angustiadas en ellas también.
Unas por insulsas, y las otras por aguafiestas.
Me parece que
el “existencialismo” es como una gripe que hay que pasar. Si no la has pasado,
tu mente está mucho menos preparada para la vida; y si no la superas, el
pesimismo te restará todas tus fuerzas.
¿Cómo sabremos
si la hemos superado? ¿Porque ya sabemos cuál es nuestra misión en el mundo, porque
ya sabemos el sentido del universo, porque tendremos pruebas sobre la
existencia o no de Dios, porque hemos sido capaces de dar un sentido a la
muerte?
Pues
seguramente no. No tendremos pruebas irrefutables sobre casi nada, pero el
síntoma principal será que tendremos indicios razonables para dar alguna
respuesta sobre el universo y una gran convicción personal sobre lo que nos
gusta y da sentido y valor a nuestra vida. Es decir que además de andar, que no
está mal, sabremos hacia dónde vamos. Y lo más importante es que nos gustará
vivir, que asumiremos la responsabilidad de los valores que nos hayamos
construido, que aceptaremos la inexplicabilidad de algunas cuestiones y
volveremos a recuperar el gusto por lo inmediato, porque nos habremos diseñado
(designado) proyectos ilusionantes para el futuro.
Es decir,
porque habremos asumido nuestra responsabilidad en dosificarnos: entre razón y
fe, entre inteligencia racional y emocional, entre sensatez y locura, entre
ciencia y religión, entre filosofía y mitos, entre el hoy y el mañana, entre
andar por andar o ir hacia algún destino…
Aceptaremos
las dudas pero no viviremos en ellas; porque el escepticismo es un freno para
vivir y porque necesitamos fe e ideales, planes y proyectos para desatar
nuestra energía interior. Rechazaremos cualquier sesuda teoría que intente
debilitar nuestra fuerza de voluntad y nuestra fuerza para vivir. Asumiremos también la fragilidad de la
naturaleza humana y -a pesar de ello- seguiremos trabajando por un mundo que
nos merezca respeto. Y por merecernos también nosotros el respeto: ni que sea
sólo el nuestro.
El síntoma
principal será que te has instalado en un optimismo inteligente y responsable y
que después de haber buscado mucho fuera y haber dudado de todo, volverás a
disfrutar como los niños de los placeres aparentemente insignificantes: descubriendo
en cosas aparentemente insignificantes, el valor que otros ni vislumbran.
Yo ando ahora
fascinada con Montaigne, un hombre del siglo XVI que me sigue resultando
tremendamente universal. Supongo que es porque se entregó como pocos al arte
sublime de “rester soi-même” de seguir
siendo uno mismo, de permanecer siendo uno mismo. Cuando uno dedica su vida al
autoconocimiento y a buscar su esencia personal, acaba siendo un hombre libre
frente a todo y a todos.
Preguntas,
muchas; pero dudas sobre las pasiones que salen de uno mismo, ninguna. Y por
supuesto, perseverancia para vivir con ellas hasta el final.
IDEAS PARA RECORDAR:
Forma parte
esencial de la vida cuestionársela.
En la
adolescencia, estas dudas nos pueden producir angustia ante la existencia.
Las preguntas
están siempre vigentes, pero la actitud ante ellas será el síntoma de que vamos
madurando. Una gripe importante que hay que superar.
Es necesario
no instalarse en las dudas porque nos paralizan, y nos impiden asumir y
defender los valores por los que queremos vivir.
Necesitamos
fe e ideales para desatar nuestra energía interior.
Seremos inteligentemente
optimistas para poder disfrutar -como cuando éramos niños- de todo lo que
tenemos y somos.
“Rester
soi-même” -como para Montaigne- puede ser una interesante meta.
Foto: MarCruzCoach