jueves, 14 de diciembre de 2017

LA VIDA... ¿COMO UN PARTIDO DE FÚTBOL?

“En latín ni la llegada es un una cualidad distinta del ir, ni la perfección es una cualidad distinta del simple hacer”. M. Arnal


Los que me conocen saben que utilizaba mucho el símil del fútbol para animar a la gente a continuar, a luchar, a seguir jugando hasta el final porque como ocurre en muchos partidos en los minutos de descuento puede cambiar el marcador.

Ahora a esa idea -que no es del todo mala- he empezado a verle matices supongo que llevada por experiencias personales. Lo último que me ha llevado a cambiar de opinión ha sido la lectura de la biografía de Honoré de Balzac de Stefan Zweig. El personaje es grandioso: un escritor de talento  de los que no abundan en la historia. Balzac tenía la obsesión de casarse con una viuda rica para asegurarse la tranquilidad económica que tanto le costaba mantener.

Vivió toda su vida persiguiendo esa idea y finalmente lo consiguió. Pero ¿qué ocurrió? Que Honoré murió a los pocos meses. ¿Fue eso una victoria? Bueno, podríamos discutirlo, pero en cualquier caso no disfrutó ni de su matrimonio ni de la tranquilidad económica mientras vivió.

En cambio, no esperó a vencer en la Literatura al final de sus días, sino que desde muy joven escribía y escribía sin descanso y ganaba la batallas de sus libros con dedicación absoluta minuto a minuto.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

NO A LAS MASAS, SÍ AL HÉROE INDIVIDUAL

“No sucumbas a la moda. El poder siempre quiere rebaños”. Albert Boadella.

Hay a quien la propia inercia ya le sirve para vivir y la realidad no le reta a grandes reflexiones. Y como hay libertad incluso para no pensar, pues no necesita hacer nada más, porque ya está ejerciendo su derecho. Esto le permite vivir en la seguridad de que formando parte consustancial de la masa y recitando a coro con ella los eslóganes y mantras que la mueven, jamás tendrá que enfrentarse a ningún enemigo ni tendrá que explicarle por qué cree lo que cree y hace lo que hace. ¡Qué gran alivio!

Pero el que uno no piense sobre los hilos que nos mueven, no quiere decir que esos hilos no existan. El hecho de que los virus no sean perceptibles a mis ojos (como tampoco lo son las realidades ante las que cierro los ojos), no quiere decir que no tengan capacidad para infectarme.

domingo, 12 de noviembre de 2017

LA CARA AL VENT...

«Imitad a estos ahora vosotros, cifrando la felicidad en la libertad y la libertad en la valentía, sin inquietaros por los peligros de la guerra». Oración fúnebre de Pericles

  
La cara al vent… Así reza la canción del conocido Raimon. La imagen me sugiere valentía, ir a pecho descubierto, no ir con la fuerza del viento sino contra él, plantándole cara, diciéndole: “sé que me puedes empujar, tumbar, pero aquí estoy yo”. Y sí, por suerte no siempre tendremos que luchar contra la violenta tramontana, que cederá su lugar a la brisa en la cara. Y ése será un gran placer, será esa manera agradable de disfrutar de esta maravillosa vida buscando la luz, buscando la paz, buscando a Dios…

Mi admiración por la valentía y el coraje sobrepasa incluso mi debilidad por la inteligencia, porque en la inteligencia no siempre apreciamos calidad moral. Seguramente por una mala definición de lo que es realmente la Inteligencia,  yo nunca he dado por buena esa idea de que se puede ser muy inteligente y malo; sí se puede en cambio ser listo, astuto y malo. La inteligencia con mayúsculas tarde o temprano nos tendrá que llevar a entender que una actuación inteligente debe llevar siempre a la búsqueda del Bien. Quizás en esto soy muy socrática, “quien conoce el Bien, no puede hacer otra cosa que obrar bien”. Las malas acciones son siempre fruto del desconocimiento, de la falta de verdadera inteligencia. Hoy está de moda decir que son fruto de la enfermedad… que al fin y al cabo no es otra cosa que debilidad, falta de virtud y falta de coraje: renuncia a combatir.

domingo, 5 de noviembre de 2017

EL MIEDO

Haz lo que temes y el temor desaparecerá”. David Joseph Schwarz


Empecemos por lo obvio: el miedo es una emoción necesaria que contribuye especialmente al éxito de nuestras acciones y a nuestra supervivencia. De lo cual se deduce que sentir miedo es muy necesario. Pero cualquier virtud llevada a su extremo puede abocarnos a un terrible vicio. En este caso, el exceso de celo, -de alerta- por parte de nuestro cerebro inteligente puede llevarnos a vivir en un infierno.  Y es que como dice Marina: ¡la inteligencia libera y a la vez, entrampa!

Seria interesante, pues, saber cuándo el miedo nos esta liberando de un mal y cuando nos está entrampando en un sinvivir. En algunos casos la diferencia entre los miedos saludables y los patológicos son difíciles de dilucidar. Pero cada uno (para sí mismo) sabe qué miedos les impide avanzar y llevar una vida normal y con qué miedos puede convivir. Pasa lo mismo con las fobias: si uno tiene fobia a las serpientes del desierto y vive en una gran urbe, nada le impedirá llevar una vida absolutamente normal.

Hay varios tipos de miedos: los hay aprendidos, otros con cierta base genética y otros que nos fabricamos a medida…

martes, 5 de septiembre de 2017

RESTER SOI-MEME, RESTER LIBRE

“Y, entre nuestras enfermedades la más salvaje es despreciar nuestro ser”. Michel de Montaigne.

“Ser uno mismo”: sí, parece una tontería ¿Cómo no voy a ser yo misma si , en realidad, no puedo ser otra? ¿puedo ser otra?¿puedo ser otras?

Esta encrucijada puede parecer enredos del lenguaje pero  todos tenemos la experiencia de variar nuestro comportamiento según con quién estemos o según qué etapa de la vida estemos pasando. Por lo tanto, es evidente que la identidad personal no es algo fijo y estable sino algo que puede variar.

Que pueda variar es una buena noticia. El problema es saber qué provoca esos cambios y para qué. El problema también radica en si sentimos que cambiamos en contra de nuestra esencia o no, si lo hacemos para agradar a los demás, para quedar bien con el paisaje o porque realmente hemos aprendido y evolucionado hacia donde queríamos ir. La mayoría se moldea a sí mismo en la medida que lo piden los poderes que le rodean. Así es como despreciamos nuestro ser, una de las más salvajes de nuestras enfermedades como dice Montaigne. Tal es la costumbre que después cuesta mucho saber quién es uno.

En el fondo, la cuestión es si somos o no somos auténticos, si nos mantenemos fieles a nuestras pasiones y deseos o no.

Me temo que la mayoría no. El gran problema de mucha gente es que cuando le preguntas qué desea de verdad, cuál es su sueño, qué quiere hacer realmente no lo sabe. Y eso es lo mismo que decir “no sé quién soy”. “no sé cómo ser libre”.
Uno no aprende a ser uno mismo de la noche a la mañana, ni puede pretender ser libre de un día para otro. Ser auténtico será la tarea de toda una vida.

Lo veo muy claramente en mi intento por pintar. Los que tienen experiencia en hacerlo, cuando tienen que interpretar un paisaje, una foto, un retrato o lo que sea, lo hacen con facilidad porque están entrenados a ello. Y desde esa práctica previa, desde el haber intentado muchos caminos y técnicas con anterioridad, son capaces de mostrar su estilo propio, su forma peculiar de pintar con originalidad.
Con la personalidad, con la libertad sucede lo mismo si no estás entrenado, tu intento por ser original o libre puede resultar un simple desahogo sin mucho valor.
Hay que ser muy artista y estar entrenado para salirse de la raya con estilo y eficacia. Los reprimidos cuando se desatan tampoco aportan valor.

Es lo que les pasa a los jóvenes cuando descubren que este mundo es bastante miserable y no les gustan sus normas. Ven clarísimamente que su autenticidad no encaja con lo que hay pero la buena solución tampoco suele ser tirarse al campo, a las drogas o pretender vivir al margen de lo que existe.
Así que habrá que entrenarse mucho, explorarse mucho, buscar mucho, trabajar mucho, luchar mucho, perseverar mucho y probablemente sufrir de vez en cuando porque “ser uno mismo”, ser auténtico, ser libre tiene un precio y hay que estar dispuesto a pagarlo.

Si no sueles moverte en libertad es fácil que el día que te lo propongas no lo consigas. Ser libre es una conquista  continua que para nada consiste en tirarlo todo por los aires.

IDEAS PARA RECORDAR:
La identidad personal no es algo fijo.
El hecho de que pueda cambiar es algo positivo que debemos aprovechar.
La mayoría se moldea a sí mismo en la medida que se lo piden los poderes que le rodean. Tal es la costumbre que después cuesta mucho saber quién es uno.
Pretender ser auténtico, libre y original de la noche a la mañana no suele funcionar.  Los reprimidos cuando se desatan tampoco aportan valor.
Ser libre tiene un precio y hay que estar dispuesto a pagarlo. Es la conquista continua de toda una vida.

Foto. MarCruzCoach La Bretagne (Cancale)

miércoles, 19 de julio de 2017

EL EXISTENCIALISMO: UNA GRIPE A SUPERAR

"Necesitamos fe e ideales para desatar nuestra energía interior".

Los bebés, los niños y probablemente de nuevo los ancianos saben saborear la vida sin cuestionársela: en esas etapas el placer es por sí mismo la verdadera garantía de que nuestras acciones y nuestra posición en el mundo están bien.

En la adolescencia se empieza a producir ese desdoblamiento del yo y sólo lo inmediato no nos satisface, nuestra mirada se ensancha y pasamos de mirarnos el dedo a mirar la luna y con ella todo el universo: es ahí cuando las preguntas sobre el “Sentido” nos abruman. Son esas maravillosas preguntas las que han dado lugar a la Ciencia, a la Filosofía, a la Religión, al Arte… Pero como las respuestas sobre el sentido personal nunca son contundentes, la angustia, el existencialismo y la visión trágica y pesimista de la vida nos pueden atacar. Y es que según dónde nos situemos, no parece fácil justificar los esfuerzos si lo que nos espera es la muerte. Yo lo pasé y ahora tengo un hijo adolescente, así que es una etapa que  estoy refrescando.

La verdad es que las personas que ningunean las preguntas sobre la existencia me merecen poca atención; y las que viven permanentemente angustiadas en ellas también. Unas por insulsas, y las otras por aguafiestas.

Me parece que el “existencialismo” es como una gripe que hay que pasar. Si no la has pasado, tu mente está mucho menos preparada para la vida; y si no la superas, el pesimismo te restará todas tus fuerzas.

¿Cómo sabremos si la hemos superado? ¿Porque ya sabemos cuál es nuestra misión en el mundo, porque ya sabemos el sentido del universo, porque tendremos pruebas sobre la existencia o no de Dios, porque hemos sido capaces de dar un sentido a la muerte?

Pues seguramente no. No tendremos pruebas irrefutables sobre casi nada, pero el síntoma principal será que tendremos indicios razonables para dar alguna respuesta sobre el universo y una gran convicción personal sobre lo que nos gusta y da sentido y valor a nuestra vida. Es decir que además de andar, que no está mal, sabremos hacia dónde vamos. Y lo más importante es que nos gustará vivir, que asumiremos la responsabilidad de los valores que nos hayamos construido, que aceptaremos la inexplicabilidad de algunas cuestiones y volveremos a recuperar el gusto por lo inmediato, porque nos habremos diseñado (designado) proyectos ilusionantes para el futuro.

Es decir, porque habremos asumido nuestra responsabilidad en dosificarnos: entre razón y fe, entre inteligencia racional y emocional, entre sensatez y locura, entre ciencia y religión, entre filosofía y mitos, entre el hoy y el mañana, entre andar por andar o ir hacia algún destino…

Aceptaremos las dudas pero no viviremos en ellas; porque el escepticismo es un freno para vivir y porque necesitamos fe e ideales, planes y proyectos para desatar nuestra energía interior. Rechazaremos cualquier sesuda teoría que intente debilitar nuestra fuerza de voluntad y nuestra fuerza para vivir.  Asumiremos también la fragilidad de la naturaleza humana y -a pesar de ello- seguiremos trabajando por un mundo que nos merezca respeto. Y por merecernos también nosotros el respeto: ni que sea sólo el nuestro.

El síntoma principal será que te has instalado en un optimismo inteligente y responsable y que después de haber buscado mucho fuera y haber dudado de todo, volverás a disfrutar como los niños de los placeres aparentemente insignificantes: descubriendo en cosas aparentemente insignificantes, el valor que otros ni vislumbran.

Yo ando ahora fascinada con Montaigne, un hombre del siglo XVI que me sigue resultando tremendamente universal. Supongo que es porque se entregó como pocos al arte sublime de  “rester soi-même” de seguir siendo uno mismo, de permanecer siendo uno mismo. Cuando uno dedica su vida al autoconocimiento y a buscar su esencia personal, acaba siendo un hombre libre frente a todo y a todos.

Preguntas, muchas; pero dudas sobre las pasiones que salen de uno mismo, ninguna. Y por supuesto, perseverancia para vivir con ellas hasta el final.

IDEAS PARA RECORDAR:
Forma parte esencial de la vida cuestionársela.
En la adolescencia, estas dudas nos pueden producir angustia ante la existencia.
Las preguntas están siempre vigentes, pero la actitud ante ellas será el síntoma de que vamos madurando. Una gripe importante que hay que superar.
Es necesario no instalarse en las dudas porque nos paralizan, y nos impiden asumir y defender los valores por los que queremos vivir.
Necesitamos fe e ideales para desatar nuestra energía interior.
Seremos inteligentemente optimistas para poder disfrutar -como cuando éramos niños- de todo lo que tenemos y somos.
“Rester soi-même” -como para Montaigne- puede ser una interesante meta.

Foto: MarCruzCoach



lunes, 12 de junio de 2017

VAYAMOS PENSANDO... EL FUTURO

"Hemos desmontado los mitos tradicionales antes de tener la precaución de montar unos nuevos" Javier Gomà

Vivimos tiempos convulsos y contradictorios. Hay un gran pesimismo sobre el futuro humano, es decir sobre nosotros mismos. Nadie tiene claro que a sus hijos y a sus nietos les espere un futuro mejor que el de sus padres. En este sentido, el futuro es trágicamente incierto. En cambio rebosamos optimismo (totalmente justificado) al hablar de avances técnicos. Tecnología, toda la que queramos; pero en cuanto a promesas de felicidad o justicia, total incertidumbre cargada de desconfianza. Hemos perdido la fe en muchísimos valores: en la religión, en la familia, en las instituciones, en la política, en la moral (tan alegremente sustituida por todo género de ocurrencias en todos los órdenes de la vida)… El postmodernismo nos trajo inteligentísimas “deconstrucciones” de la realidad; pero -como dice Javier Gomà- no tuvimos la precaución de crear nuevos mitos antes de destruir los viejos. 


Nos creímos muy listos haciendo análisis sobre el manejo del poder, que empezó basándose sobre todo en ingenierías conductistas y últimamente en lo que Foucault llama “las tecnologías del yo”. Nos sentimos muy aventajados y nos llenamos de orgullo al darnos cuenta de que Dios era un invento humano y no a la inversa, como se había creído hasta ayer, el hombre invento y creación de Dios. Nos proclamamos los más avispados, pero hemos de compungirnos de nuestra sagacidad al comprobar cuáles son los hilos que mueven la Educación, la Medicina, la Ciencia, la religión, la filosofía, la enfermedad mental, la política…, ¡Ah! ¡Y claro!, la familia es una mera estructura al servicio del patriarcado…