lunes, 7 de diciembre de 2015

EL PLACER DE SABOREAR LA VIDA

“El necio no sabrá apreciar ni el sabor de una flor ni el olor de una fruta”. R. Fontanarrosa.

Leí hace poco que “las abejas saben que sólo la miel proporciona a las larvas el gusto por la vida”, y la idea me hizo recordar que el placer es la principal causa/síntoma de una pasión.

La gratificación de la vida es el placer: para la inmensa mayoría de las cosas, al contado, y de menudencia en menudencia. Si no fuese por esa secuencia infinita de ínfimos placeres, no aprenderíamos nada: por eso es tan productivo el aprendizaje de un bebé, y tan improductivo el de un escolar.

Amélie Nothomb, una autora belga, cuenta -con excepcional ingenio- que ella nació a la edad de dos años y medio, el día que su abuela le proporcionó un chocolate blanco belga. Sólo al sentir ese placer comprendió que existía una justificación a tanto aburrimiento y le pareció claro que el cuerpo y el espíritu sirven para gozar.