martes, 12 de abril de 2016

EN BUSCA DE MODELOS...

"Somos criaturas de ilusión, eso exige más que nada confianza en sí mismo, sin esa confianza somos como niños en la cuna" Virginia Woolf.

Después de leer “El fin del “homo sovieticus”” de la premio nobel Svetlana Aleksievich, he reflexionado mucho sobre el alma rusa: sobre lo que los rusos han tenido que vivir con una historia especialmente singular y cruel.  Pero pensando sobre ellos -y salvando enormemente todas las distancias- he pensado en mí, en el hombre occidental en general, “en el alma rusa” que hay en mí, en las transformaciones que todos estamos viviendo: de regímenes políticos pero también de valores y de formas de vivir.
El pueblo ruso ha vivido esta transformación de una forma excepcional porque casi pasaron de un modelo de vida a otro en cuestión de días.

No es lo mismo ser ruso que tener un “alma rusa”. Entiendo por alma rusa: un alma noble, que persigue un ideal, un alma forjada al calor de la cultura, de la literatura, del teatro, la música, el arte, el baile. Entiendo por alma rusa un alma con vocación de pertenencia a una colectividad, con conciencia de grupo y por tanto, que venera valores como la solidaridad, la compasión, la cooperación,… Obviamente, estoy describiendo un concepto abstracto, un modelo a seguir prácticamente inalcanzable. Algo que no existió pero que tuvo valor como modelo. Valoro mucho los modelos aunque sea para saber que nunca los alcanzaremos.

Yo fui educada en los valores del cristianismo que también propone la compasión, la solidaridad, la bondad… Y desde el modelo, desde la teoría,  antepone el amor a los intereses personales. Mis padres, mis abuelos, nos repetían sin cesar que  no había que hacer a los demás lo que no nos gustaría que nos hicieran a nosotros y que las personas generosas, son más felices. Y toda esta filosofía de vida la tenían integrada en sus cuerpos sin necesidad de ninguna teoría que lo sostuviese. Es cierto que vivieron una época en la que el cristianismo tenía mucho peso en la vida de todos. Pero a mí, jamás me dijeron que había que ser bueno porque lo quisiera Dios o porque era más conveniente para todos o porque lo decía la ciencia (que siendo buenos generamos más hormonas de la felicidad)... Me lo decían y me lo transmitían como quien comunica una evidencia. ·…es que hay que ser así” y esto no necesita ninguna explicación. Doy fe de que viven de acuerdo a sus ideales sin necesidad de teorías.

Yo he salido preguntona, curiosa y me gusta investigar por qué las cosas son como son o si pueden ser de otra manera. Además yo he tenido que vivir la transformación de vivir una infancia donde esos valores eran incuestionables a tener que adaptarme al mundo actual profundamente individualista y capitalista. No son cuestiones incompatibles y soy capaz de ver valor en la sociedad actual pero debo reconocer que en lo cotidiano, en la realidad, en las pequeñas elecciones tengo demasiadas veces el corazón partido.

En mi casa, además de la bondad (palabra que cada vez se oye menos), nos inculcaron a todas sus hijas un profundo amor a la cultura que  nos transmitían como la única, la mejor salvación y construcción de nuestras personas.

Nunca les oí hablar de dinero (tampoco sé si eso es bueno o malo) pero mis padres tenían una sabiduría innata para saber que “todo lo que pueda llevarse un naufragio, no vale tanto”. Tienen -y así nos lo transmitieron- una profunda convicción de que “el saber es poder”, de que “ser es poder” y  que lo que uno es: sus valores, saber pensar, saber hablar, saber elegir, saber disfrutar, saber tratar a las personas da una calidad de vida impagable.

He hablado del “alma rusa” inspirada por el libro que acabo de leer pero otro valor que me tiene fascinada (y especialmente porque vivo en Bélgica) es la inteligencia emocional de los mediterráneos. Me parece importante reforzar el valor de lo social, de lo familiar, de la colaboración entre vecinos… Recuerdo a mi abuela llevando comida a los niños de la vecina cuando ésta estaba enferma, acompañando al médico a la otra, llevando unos bombones o un pañuelo sencillo a su enfermera, recuerdo los abrazos infinitos de mis tías del pueblo. Esos abrazos ya no existen, no se dan…Los tiene que recomendar Elsa Punset porque lo han dicho en Harvard, !ja,ja! pero en mi casa han sido lo normal.

¡En fin! No sé lo que nos pasa. No entiendo que estemos dejando echar a perder el Humanismo construido en Europa: el valor de la Cultura, como tampoco entiendo que no pongamos en valor la inteligencia emocional de los mediterráneos. Son valores que no cotizan en bolsa pero que sin ninguna duda nos hacen vivir infinitamente mejor a todos.

Creo que cuesta mucho construir una civilización, un modelo de ser humano que funcione y que nos invite a la excelencia y tengo la sensación de que ahora queriéndonos deshacer de todo eso porque hemos descubierto que –al fin y al cabo- son productos culturales, nos hemos quedado en la nada. Nos guste o no, sin ideales, sin modelos sencillamente no seríamos. Se trata de elegirlos bien y de ser conscientes de ellos. "Somos criaturas de ilusión" -como dice Virginia Woolf- y eso, dice ella nos exige confianza en nosotros mismos, en nuestros valores y en lo que queremos ser.


IDEAS PARA RECORDAR

La gente generosa es más feliz.

Saber pensar, saber hablar, saber elegir, saber disfrutar, saber tratar a las personas da una calidad de vida impagable. En definitiva, “Ser es Poder”.

El Humanismo europeo, la verdadera “alma rusa”, la inteligencia emocional de los mediterráneos aportan una filosofía de vida que nos ayuda a vivir mejor.

Sin ideales, sin modelos sencillamente no seríamos. Nos conviene elegirlos bien y ser conscientes de ellos.

Foto.MarCruzCoach 
(Detalle del Castillo de Cardiff en Gales)


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